sábado, 21 de mayo de 2011

Utopías varias


Todos tenemos nuestras utopías. Es bueno sacarlas a pasear. Que jueguen con la hierba sin cortar. Que se suban a los árboles. Que crucen la calle y pisen sus charcos.

Las utopías son como gatas. Esbeltas, ariscas y autosuficientes. A veces arañan, otras se marchan de nuestro lado (y decimos que son muy independientes) o también se te acercan a los pies, se deslizan bajo tu mano y buscan tu caricia. Cuando las descubres entre la basura se acicalan y se mantienen limpias solas. Las puedes encontrar reunidas maullando, buscándose la vida o las descubres solitarias, en lo alto de algún muro, vigilando el cielo o la calle.


En estos días parece que sacamos nuestras utopías a hablar entre ellas. Las miramos orgullosos y alegres miramos lo bonitas que se han puesto últimamente.

Les contaré un secreto. Las utopías, al contrario de lo que cree la gente, no son bellas. Nos lo parecen porque son como nuestras hijas recién nacidas. Pero cada una de ellas tiene la cara de su padre y de su madre. No intentemos creernos que son todas iguales. Tienen su carácter y sus pros y sus contras y aunque se parecen mucho, como un bebe a otro, lo normal es que no sean iguales.

Las propias las vemos más bonitas y distintas que las ajenas. No hagamos de esto un drama. Eso es bueno. Por favor, déjenlas vivir en paz. Que crezcan, que busquen sus simpatías y sus antipatías libremente. No les pidan que sean perfectas, coherentes o sin contradicciones. Debemos recordar que son lo que son: las utopías de nuestros ojos.