viernes, 10 de julio de 2009

Cuatro de julio I


Me dijeron que se reunían a ver fuegos artificiales. Ocuparon azoteas, aceras y plazas. Al muelle no llegué. Había mucha gente. Esperé observándolos. Cuántas razas extrañas, cuántas actitudes, vestimentas y lenguas, cuántos distintos en todas esas calles y avenidas. Pero yo era el ajeno y comprobé que, en efecto, cuando vieron su noche iluminada por la pólvora, gritaron como en las fiestas de mi calle. Latidos simples y comunes, luces y estampidos en la capital del mundo. Como en mi pueblo.