sábado, 17 de enero de 2009

Anelio Rodríguez Concepción

Ayer tarde Anelio presentó su primera novela. Ir a un acto donde Anelio presenta alguna de sus creaciones es como cuando volvemos a la casa de la niñez. Uno regresa allí y no tiene que aparentar ser distinto de lo que en el fondo es. Anelio reúne (nos reúne) a sus amigos. Quizás podamos hablar con él unos instantes, pero sabes que esos minutos los comparte con la complicidad y el cariño de los que se conocen de siempre y no necesitan de más presentaciones o aclaraciones.

Es fácil achacar el calor que comparte a su condición de palmero. Pero todos sabemos que eso no es más que el envoltorio, el método escogido por Anelio para mostrar su afecto. Estoy seguro que si hubiera nacido en el Amazonas, en Australia o en Madagascar nos acogería con la misma familiaridad. Reconozco que prefiero el estilo palmero. Me es grato y cómodo, como esa vieja rebeca que uno se pone siempre sin darse ni cuenta, para asegurarse la comodidad, en los días de frío.

Anelio te cuenta las cosas y los demás esperamos pacientemente. Nos va nombrando unos a otros, aún cuando no nos conozcamos entre nosotros y así nos ofrece extraños parentescos o viejas camaraderías que desconocíamos tener. Tabaqueros, filósofos, maestras, futbolistas, catedráticos, oficinistas, cantantes, poetisas, borrachos, pilotos, políticos, o actrices somos revueltos en sus historias cotidianas con sus parientes o su propia familia y sale un dulce suave de paladar y fuerte de calorías. Vas caminado junto a él y te cuenta las cosas y él va saludando a unos y a otros (amigos), e intercalando y trenzando unas y otras conversaciones con la tuya. Así todos esperamos con una sonrisa a que acabe...que no acaba nunca.

Anelio es un enorme escritor. Sobre su obra se escribirán tesis y se montarán congresos con expertos y carajudos ponentes. (Ya estoy viendo su cara cuando le digan que dije esto). Tengo ese firme pálpito. Poeta, cuentista, ensayista, narrador, investigador y ahora, sin disimulos, novelista. Felicidades. Además de doctor, pintor, cantante, profesor, editor y fumador exquisito de puros, siempre anda complicándonos la presentación que sus amigos tenemos preparada sobre él para aquellos que no lo conocen.


Publicada por la Obra Social y Cultural de Cajacanarias, La abuela de caperucita parece una de esas historias que Anelio te cuenta una noche de vinos y que, cuando la recuerdas a la mañana siguiente, parece “inincreible” (término que Anelio le ha tomado prestado a algún amigo).

Bueno... debo soltar este teclado para comenzar la lectura de la vida de Doña Luisa, el personaje protagonista de la novela. Si. Soy capaz de recomendar la novela de Anelio sin haberla leído. Vengo oyéndole historias desde hace veinte años. Le vengo leyendo poemas y cuentos desde que lo conozco. Salvo que crean que la famosa ola gigante de los sismólogos ingleses se tragará a La Palma finalmente, crean que la historia de Doña Luisa en La abuela de caperucita nos valdrá la pena.